Titel

10.
a don Cornelio de su pensión, como todas las mañanas, y me apresuré a controlar los punteros de mi reloj. Llevaba al cuello una larga bufanda gris y contaba los ochenta y siete pasos que lo separaban del autobús, sin mirar hacia los lados porque conocía la calle de memoria. Desde mi ventana lo vi avanzar como un velero con su bufanda al viento y pensé que ése sería otro día sin sorpresas. pero no fue así. De pronto, a mitad de cuadra, se detuvo alarmado: había visto algo nuevo. Era una tienda recién inaugurada, con un escaparate azul y verde como un acuario, en medio de los severos edificios de nuestro barrio. El escribiente de la Notaría se aproximó fascinado, perdiendo la cuenta de los pasos que lo llevaban hacia la esquina. Vio muchos objetos extraños, el timón de un antiguo naufragio, una muñeca con una tristeza de pelos humanos, abanicos de plumas robadas de las aves del Paraíso y otros objetos provenientes de remotos lugares. En el centro de todos ellos, en lugar de honor, se encontraba la Gorda de Porcelana.
¿Cómo puedo describirla para que ustedes la imaginen? Era una rolliza dama, caótica y enorme, mal cubierta por velos de loza, sosteniendo en una mano un racimo de uvas y en la otra una paloma bizca. Cintas color vainilla sujetaban sus rizos y calzaba increíbles zapatillas de gladiador romano. Evidentemente no fue diseñada como lámpa-