Side 11+12

11.
ra, tampoco servía para colgar abrigos en un vestíbulo y nadie la habría puesto de adorno en parte alguna, pues ocupaba más espacio que una bicicleta y era frágil como una buena intención. Nuestro amigo la observaba petrificado y no reaccionó hasta un par de minutos después, cuando se dio cuenta de que iba a perder su habitual transporte.

12.
Salió disparado, enredándose en las puntas de su bufanda, y alcanzó a trepar al bus en el último instante.
Estuvo todo el día distraído, trabajando sin ganas, con la mente ocupada en la figura de porcelana. No podía dejar de pensar en ella. A la mañana siguiente lo vi salir apresuradamente de la pensión cinco minutos más temprano, lo cual descontroló los relojes de todos los vecinos. Se instaló frente a la ventana del anticuario y allí estuvo un largo rato mirando con la boca abierta. Fue en ese momento, tal como él me contó mucho después, cuando la Gorda de Porcelana le guiñó un ojo.
Don Cornelio, lógicamente, pensó que había visto mal. Era muy miope, como ya dijimos. Sacó sus lentes, los limpió con cuidado y se los colocó, pegando la nariz al vidrio para ver mejor. ¡Y entonces le pareció que la Gorda le guiñaba el otro ojo!